Y lo cierto es que me gustaron en cuantola vi. Duras, recias, de buen color, fuertes, masculinas con hebilla. Me las probé con calcetín gordo, bien grueso de invierno de nieves y pensé que me venían como anillo al dedo. Justaas, impecables. Eso de cuando ves que un zapato te queda bien... ¡y te queda! No cualquier tontería sino que te queda. Justo el tuyo.
Pero al cabo de los días noto que me holgan, que me bailan, que se despegan. Noto que se retiran lentamente en una dirección, la que sea, opuesta a la mía. Mis botas me están grandes, me vienen grandes. Yo las miro desde arriba como pidiéndoles por favor que encojan, que se ajusten a mí, que pierdan algo de su grandeza para que vivamos juntos muchos caminos, muchas experiencias.
Pero no, ni me miran
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3 comentarios:
Lo mejor es que no sean ni pequeñas ni grandes, pero puestos a padecer, mejor que sean algo grandes... un calcetín grueso ayuda algo.
Feliz Año
Esas botas no están hechas para ti. Cámbialas!!!!
Un beso
Ut
es jodido
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